Por una buena noticia «el corazón da saltos de alegría”, cuando nos emocionamos “algo nos llega al corazón”, una persona entregada a los demás “es todo corazón”. En cambio alguien cruel “no tiene corazón”, por una traición «el corazón se nos rompe”, por un susto “tenemos el corazón en un puño”…
Todas estas expresiones nos indican que el corazón reacciona frente a lo que sentimos. Cambia su ritmo y se adapta constantemente a las situaciones y a cómo las vivimos preparándonos para amar o atacar, para afrontar o huir.
Más que una bomba
El corazón es el centro del sistema circulatorio. Lleva la sangre a todos los rincones y, con ella, el oxígeno y el resto de nutrientes necesarios para dar vida a cada una de las células que forman la totalidad de nuestro cuerpo. Gracias al bombeo cardíaco, todo el organismo queda bañado y unificado, pudiendo llevar a cabo sus funciones.
Pero la función del corazón va mas allá. Como está descubriendo la neurocardiología, este órgano tiene asociado su propio tejido neuronal que envía señales de regulación a todo el cuerpo, interviene en procesos hormonales e influye sobre el sistema nervioso (a través de los impulsos eléctricos que genera).
Una puerta a nuestras emociones
Es difícil asociar una única emoción al corazón ya que este se vincula con todas ellas; con la forma en que las vivimos, en cómo nos mostramos ante el mundo y también hacia nosotros mismos. Es por ello que un exceso de emoción (por ejemplo de entusiasmo) es tan perjudicial como un defecto de la misma (como sería la apatía).
Las personas tímidas o inseguras tienden a replegarse sobre si mismas, hunden el pecho, echan los hombros hacia delante, y bajan la cabeza. A su vez, quienes viven en actitud de ofensiva-defensiva, van por la vida sacando pecho, con los hombros hacia atrás y mirándolo todo desde arriba. Ambas posturas repercuten en el corazón, el pericardio y en el resto de órganos y tejidos, comprometiendo su estructura, relaciones y función.
Desde el punto de vista energético, el chakra del corazón es el puente entre el espíritu y la materia, entre los pensamientos y las emociones, entre la razón y los instintos. Podemos entenderlo como un mediador que nos equilibra tanto interna como externamente, aúna cuerpo y emociones, y armoniza la relación entre nosotros y el mundo.
El corazón y el Amor
El corazón es el gran símbolo del Amor. Entendamos, no obstante, que no nos referimos al sentimiento romántico si no al “Amor que mueve el mundo”; esa fuerza de cohesión, crecimiento y vitalidad que nos impulsa.
Si descendemos a la experiencia humana (e imperfecta) del amor podemos encontrarnos con diferentes estados y expresiones de este sentimiento o de la ausencia del mismo.
Así como la falta de luz crea oscuridad, la falta de amor crea emociones nocivas que afectan al corazón: orgullo, miedo, celos, timidez, egoísmo, exceso de control, agresividad, victimismo, dependencia, posesividad, desconfianza…
Mantener nuestro órgano del amor sano no solo requiere ejercicio y dieta inteligente sino que para no hacerlo sufrir e incluso enfermar necesita emociones sanas. Flores de Bach, Reiki, Liberación somatoemocional y Terapia craneosacral son algunas de las terapias que nos brindan apoyo cuando es necesario equilibrarnos y resolver conflictos.
Un corazón feliz es un corazón saludable.
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